domingo, 10 de enero de 2010

¿Dónde estaban? (Soy el Che)

¿Dónde estaban?

Me pregunto, porque se echan de menos.
¿Dónde estaban todos que no se dieron cuenta de lo que pasaba? ¿Se fueron a sus casas? ¿Se durmieron? ¿Murieron?... ¿O se acostumbraron tanto a la clandestinidad, que ahora no alzan la voz?
¿Dónde estaba el Che, cuando nosotros, y no ustedes, salimos a la calle? Amigos locos. Soñadores. Creyendo ser herederos de Prometeo. Ahí anduvo el Che. Desprovisto. Comprometido. Desinteresado. Libertario y revolucionario.
Inmaduro.
¿Dónde estaban que no lo vieron? Si a la vuelta de mi casa, la misma realidad hipócrita se hacía del poder. No. En realidad ya lo ostentaban hacía tiempo. La cosa no cambia mucho entre uno y otro. Aunque todos hablen del cambio y el progresismo. Pobre concepto ese. Perdió todo significado. Las palabras ya no son lo que eran.
Y me vuelvo a acordar del Che… vendido por sus compañeros: El Partido Comunista Boliviano. Los mismos que siguen vendiéndose. Para eso son buenos: Para renunciar a su fe. Porque cuando hablamos de comunistas hablamos lo mismo que de evangélicos, entregados a la palabra de su pastor de turno. Pastor, porque se encarga de arrear las ovejas. Rebaños. Ovejas.
Partido Comunista… pobrecitos…
¿Y qué fue de…?... ya no sabemos qué pensar.
¡Soy de Renca, y qué! ¿Dónde estaban? Me hubiese gustado hace 10 años que sus marchas se hicieran no contra el TLC, el bombazo en el atolón Muroroa o la globalización, mientras, frente a sus narices los mismos que asesinaron a sus padres, hermanos y amigos se hacían del poder en lo más íntimo de su vecindario. Los mismos o sus cómplices.
Feo.
Son mis amigos. Los quiero… pero no los perdono. Porque fueron miopes. Ingenuos. ¡Porque tranzaron sus almas por un pedazo de piedra! Traidores. Y ni eso tuvieron.
¿Dónde estaban? Ustedes, los de la Coordinadora de Derechos Humanos. Los Derechos Humanos, esos que no forman parte de un pedazo de papel, esos que no son consigna, esos que son de verdad e inalienables, esos que, de nuevo, defendió el Che aunque no lo supiera ni lo dijera con tantas ganas como ustedes, amigos, ¿dónde estaban, cuando pensaron que era correcto negociar con la hija de la más grande sinvergüenza de la historia local?
¿Un memorial?... y ¿dónde queda la memoria? ¿Y la consecuencia? ¿Y la decencia?
¿Dónde estaban? ¿Esperando que los procesos se cumplieran?... ¿de qué procesos hablamos? Si ustedes no merecen gobernar. No tienen la capacidad, no tienen las habilidades, no tienen el derecho.
Pero los otros… ah!... los otros son unos indecentes… pero al menos tienen la decencia de ser y parecer indecentes. Ustedes no. Pero para algo son buenos… para ser rebaño.
¿Dónde estaba el Che cuando se les ocurrió pactar la exclusión? ¿No era mejor ganarse los escaños por méritos propios? ¿Por la fuerza que da la razón? Ahora, venga el silencio. Han pisado el palito. Y luego, la muerte.
Bueno, ¿qué nos queda?... Nada.
Y volver a empezar. Porque “Todavía multitudes lo lloran con rabia y decisión. Jóvenes de un lado a otro del planeta tatúan su hechura en brazos y pechos. Aparece en banderas, carteles, gorras, pollovers, vidrieras, etiquetas y anuncios. Mientras nuestra cabellera encanece, la de él permanece negra, lacia, inalterable bajo la boina tocada con la estrella de cinco puntas, humedecida de cañaverales, salpicada de cemento, prisionera de la niebla de octubre o del aire soleado de la plena mar.” [http://lateclaconcafe.blogia.com/temas/dentro-del-cafetal.php]
El Che vive. A pesar de todo. A pesar de ustedes.
Vive en cada nueva generación. Vive cada vez que uno de nosotros rompe el miedo, libera las cadenas y decide decir ¡Yo soy yo! ¡Pienso, vivo y muero por lo que creo! Y si el partido se equivoca, entonces no seguiré su error.
Soy más que la masa.
Soy yo.
Soy el Che.

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