viernes, 16 de marzo de 2007

La ascensión del flaite (Ensayo)

La ascensión del flaite
Sobre el choro de la Vega, el Reggaeton y la apología a la violencia.


Ser flaite, hoy en día, está de moda. La generación post dictadura sabe muy bien a qué se refiere el término, que de adjetivo poco a poco se ha transformado en sustantivo.

No se trata ya de un mote discriminador de la condición social, como cuando los aristócratas de pacotilla de la sociedad chilena de antaño se mofaban de los pobres tratándolos de rotos y upelientos. Es mucho más que eso, es toda una expresión cultural, que de paso reporta jugosas ganancias a sus promotores.

El problema grande será en un futuro cercano, cuando los niños crezcan educados en la cultura flaite, una apología a la violencia y la irresponsabilidad.

El Choro de la Vega

La palabra flaite es de muy difícil etimología, pero con toda seguridad nació en el bajo mundo para referirse a la evolución del antiguo choro de la vega, a diferencia del choro del puerto, al que la mitología urbana le otorga virtudes superiores.

El choro, que no es el molusco bivalvo de la foto, tan común entre caldillos y mariscales, era un producto de la ciudad y un monumento a la sobrevivencia a pura fuerza bruta.

La mitología dice que el choro de la vega se ganaba la vida de muchas formas, tanto cargando sacos de papas como contando el cuento del tío en la estación central o, derechamente, ejerciendo eventualmente de lanza en San Antonio con Alameda. Eventualmente, porque si podía elegir, no delinquía. No era un cogotero, era un ladrón de oportunidad. Hoy en día se referirían a él como un "movío".

El gallo-choro (como lo retrató Lukas), sabía defenderse a punta de combos de sus iguales en cualquier pelea de curados, y si era necesario, se enrollaba lo que tuviera en una mano mientras se defendía con el cortaplumas hechizo (quisca) en la otra y si no tenía, quebraba ahí mismo una botella y la blandía como un esgrimista lo haría con su florete. Generalmente quería herir, no matar.

El choro vivía en cualquier campamento espontáneo que se armaba a la orilla del río (No en las tomas, porque no era un ser muy gregario que digamos). Pasaba sus tardes de ocio tomando pipeño y pegándole a su mujer, o en caso de que sintiera la necesidad, se ponía a engendrar hijos como si le pagaran por hacerlo.

Ese era el choro de la vega, un personaje digno de temer pero al que todo el mundo conocía. Era un tipo peligroso y probablemente cargaba con varios años de cárcel encima.

Todavía es posible ver choros por ahí. A primera vista uno sabe que son choros.

Gettos Urbanos

Sin embargo el flaite es otra cosa. Surgió de las poblaciones nuevas, de esos gettos urbanos que construyó la dictadura, a los que llamaron pomposamente "Soluciones sociales" cuyo objetivo es, hasta el día de hoy, juntar a los pobres con los pobres en los márgenes de la ciudad en bloques de nulo valor urbanístico y carentes de los más mínimos servicios e infraestructura social (educación, salud, seguridad, áreas verdes deportivas o recreacionales y cultura).

Los primeros habitantes de estas "soluciones" llegaron con sus hijos llenos de esperanzas a sus nuevos hogares, que en comparación, eran mucho mejores que sus chozas de los asentamientos en los que vivían. Pero pronto se dieron cuenta de que los habían marginado.

No se sabe cómo, apareció la pasta base y con ella, todo lo que sabemos que la rodea, aunque no son pocos los que piensan que fue inducida por el propio régimen como método para mantener atomizada a la comunidad para que el descontento no se transformara en un resurgimiento de la organización social.

Los hijos de los pobladores originales tuvieron hijos educados a la fuerza en medio de la brutal violencia cotidiana de saberse marginados. A eso, además, se le sumó la ley de la selva impuesta por el narcotráfico. La pobreza y la segregación comenzaron a surtir efecto y la plata fácil y el miedo corrompió a la población.

Los que no huyeron se encerraron o se entregaron.

Así comenzó a gestarse nuestra propia narcocultura, la Cultura Flaite, marginal y violenta acompañada de un profundo odio contra todo, sin necesitar de mayores cuestionamientos.

El eslabón perdido: El Punga

El "punga" fue la exacta trancisión del choro al flaite. El punga, sin embargo, derechamente es el típico delincuente "angustiado" (adicto a la pasta base sufriendo síntomas por abstinencia). De estos quedan muchos. No es un habitante de las poblaciones y son identificados y rechazados de todas partes casi inmediatamente.

El punga es la única víctima del sistema en todo esto. Al no poder rehabilitarse (porque sépanlo claramente, en Chile NO hay políticas de rehabilitación de ninguna clase), el punga sólo se esfuerza por conseguir su dosis. Tal vez disfrute de ir al estadio con su barra brava, y si puede, aprovecha de robarse un par de billeteras o tal vez de vuelta, se robe los cables del teléfono o el medidor de agua de alguien.

Antecedentes culturales del Flaite
¡Te tiraste guacho! ¡La posta!


La cultura flaite posee características que la vuelven única e identificable.

En los 90's, el Hip Hop criollo, que había comenzado como una legítima forma de denunciar los problemas de la pobla, a la larga terminó confundiéndose en este ambiente, prestando su estética a los nuevos rebeldes sin causa. El hip hop sin embargo, tomó un rumbo propio, siendo aún un valioso medio de expresión para una parte de los jóvenes que no son representados por los mass media, mientras que la cultura flaite sólo adoptó la apariencia superficial.

El flaite adoptó como propio el "coa", el lenguaje "canero" (de la cárcel) por excelencia, como dialecto cotidiano. Tanto es así, que si no se está habituado a los intrincados significados de las palabras que se usan en el barrio y a su pronunciación (entiéndase como una inexistente modulación), es imposible saber de qué están hablando, y uno puede verse metido en un tremendo lío por entender mal lo que le dicen.

Tan profunda es la influencia de la cultura flaite que no es raro llegar a un colegio básico, y escuchar a los niñitos del kinder referirse a sus compañeritos como, el choro, el perkins o el pollo o ir caminando por el patio y escuchar la temible sentencia de muerte flaite: ¡Te tiraste guacho! ¡La posta!. Estimados lectores, "la posta" no se refiere a que el niño-flaite va a mandar al otro a la posta, lo que también sería terrible, si no que la amenaza va en serio.

La ética flaite es oportunista e individualista. Se compromete con el grupo sólo mientras su compromiso lo beneficie enormemente con el mínimo esfuerzo. El flaite tiene una formación valórica fraguada en la calle, donde la ley es la que se impone por la fuerza y la sobrevivencia depende más de la astucia y la arrogancia que de otro tipo de características. El flaite siempre tiene la razón y nunca es culpable... siempre la culpa es de los demás. El flaite es esencialmente nihilista, aunque no sabe lo que eso significa. Y lo más importante, está orgulloso de ser flaite.

De la pobla a la tele:
La Ascensión del Flaite.

(En Preparación)

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