jueves, 13 de septiembre de 2007

Quiero que mi hijo sea díscolo

En un país donde abundan los borregos y, por cierto, las borregas, quienes piensan distinto constituyen una esperanza que los pinochetistas de la Concertación procuran ahogar con "mano dura" para asegurar la mantención del des-orden establecido
Javier Sánchez R. ((29/07/07)

DE UN TIEMPO a esta parte los medios de comunicación han logrado instalar en la opinión pública el concepto de "díscolo", como pretendido sinónimo de desordenado, generador de caos o alterador del orden establecido, en general, y agregando potenciales acepciones para el mundo político en particular, tales como indisciplinado, desleal, traidor, poco confiable y cambiante,
El diccionario de la Real Academia de la Lengua lo define como "Desobediente, que no se comporta con docilidad", lo que acota bastante el concepto que a través de las pantallas de TV, las páginas de los diarios y de las radios insisten en machacarnos con el objeto, en la mayoría de las veces, de estigmatizar y desacreditar a algunos personajes del mundo político.
Más allá de que uno pueda o no estar de acuerdo con las acciones o dichos de los políticamente llamados "díscolos", llama la atención el tiempo y energía que se ocupa en tratar de convencernos que son lo peor. Incluso desde la misma política algunos hacen esfuerzos denodados por explicarnos el mal que la hacen al gremio, al Congreso, al gobierno y a la patria estos personajes, que al parecer además son machistas porque se trata sólo de hombres, al menos en política.
El tema ha dado para que incluso prestigiados académicos y columnistas han dedicado sus más recientes escritos a abordar la existencia de los díscolos, incluso desde una visión histórica. Algunos sostienen que su presencia se debe a la crisis de los partidos que no son capaces ni de seducirlos, ni de alinearlos porque en general, y para más remate, tienen respaldo electoral. Otros van más allá y dicen que es el sistema político presidencialista, que al tratar de liderar a la sociedad, adopta cierta dosis de autoritarismo, que genera estas "rebeldías".
Otros, de manera más simplista y práctica dicen que la existencia de estos abominables seres tiene que ver solamente con una gran dosis de ego, apetitos políticos desmedidos y un afán de protagonismo individual, sustentado en lo que llaman agendas paralelas. Como solución sólo se propone mano dura: sanciones o expulsión de los partidos, pérdida de cupos parlamentarios o, a las perdidas, la "ley del hielo" gubernamental, no prestando atención a sus iniciativas y propuestas.

MANUEL RODRÍGUEZ ¿DÍSCOLO?

Hasta ahora sin embargo, nadie ha sostenido públicamente, que la condición de díscolo también podría tener rasgos positivos. Ante un sistema mediático, económico, educacional, cultural, social y político construido para convertir a los ciudadanos en obedientes ovejas, resulta casi inexplicable que cada tanto aparezcan estos especímenes que vienen a alterar el orden público, más parecido a una siesta colectiva que lo único que genera, especialmente en las nuevas generaciones es aburrimiento, distancia y desprecio.
De hecho, no han sido pocos los que han coincidido, luego de ver el capítulo sobre Manuel Rodríguez, de la serie bicentenario "Héroes", en que el guerrillero, habría sido un "díscolo" de su época, lo que seguramente justifica lo poco estudiada y difundida la vida de este personaje en nuestros libros de historia, seguramente para no andar promoviendo malos ejemplos.
Siguiendo esta línea de análisis, entonces quizás podríamos decir que díscolos también fueron o son el Ché Guevara, Fidel Castro, John Lennon, Clotario Blest, el Padre Hurtado, Nicanor Parra, Luis Emilio Recabarren, Salvador Dalí, Einstein, Galileo, Pablo Neruda, los trabajadores salitreros asesinados en la Escuela Santa María, las mujeres que lucharon por el voto femenino, Nelson Mandela, Martin Luther King, Sandino, Ghandi, el Subcomandante Marcos y una larga lista de personajes con tendencia natural a no ser uno del montón y que hoy son ejemplo para millones de seres humanos.
A ratos me parece oler cierto tufillo a statu quo conservador en la reiterada y majadera crítica a los díscolos, que en muchos casos sólo dicen públicamente lo que otros callan, para salvar su "imagen pública" o sus negocios. Sólo va faltando que escriba o diga algo sobre ellos el Cardenal Errázuriz siempre tan atento y preocupado de incursionar en política para colaborar en la mantención del injusto orden establecido.
Cuando nuestra sociedad sólo ofrece farándula, telenovelas, crónicas rojas al por mayor para alimentar la inseguridad ciudadana, concentración de la riqueza, desigual distribución del ingreso, rechazo a debatir sobre aborto o eutanasia, educación para ricos y para pobres, una democracia insuficiente que arrastra la Constitución de la dictadura, la existencia de los díscolos parece necesaria y deseable, para que la diversidad de la sociedad no se parezca la de los regimientos.
¿Qué hacer entonces cuando uno quiere una sociedad dinámica, diversa, plural y tolerante? ¿Qué hacer cuando uno siente que es bueno debatir sobre todos los temas y que no hay nada tabú? ¿Qué hacer cuando uno tiene principios y convicciones sólidas? ¿Qué hacer cuando uno no quiere ser del montón ni oveja de nadie? Pensándolo bien, por el futuro aún posible de este país, quiero que mi hijo sea díscolo.
http://www.granvalparaiso.cl/jsanchez/discolo.htm
(Agradecimientos de Venegator a Pablo Casanueva por el Artículo)

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